Cuando su profesora le pidió a Sancho que redactara un ensayo con el tema: "tu identidad", el apasionado alumno, escribió esta oda a la vida, este canto al amor (sacrificado casi siempre), y este agradecimiento sincero, reflejo de un espíritu jóven y "plenamente" feliz. Lean:
¿Fin?
20/09/2012 Sancho Guindano Laborda
“UNA DE CASTILLOS”
Querido lector. TU VIDA ES ÚNICA. La vida de tu vecino es única; la vida de tu abuela es única; la de tu hermano pequeño, la de tu archienemigo, la del carnicero del pueblo y la del panadero… son únicas. Tras cada persona que nos cruzamos por la calle hay una historia que esconde un abismo de misterios. Como dice la canción: “Nadie sabe el gran valor…”. Veo la vida como algo maravilloso, algo sobre lo que no hay nada escrito y merece la pena ser contado. Somos débiles, enclenques, pero tenemos alma, lo que nos da la posibilidad de elegir libremente, de escribir la novela de nuestra vida sobre un folio en blanco rectificando las pequeñas faltas de ortografía con tachones, cuanto más grotescos y menos disimulados mejor. Hoy me toca hablar sobre mi propia historia, que continua tras el último golpe de pluma de este ensayo. Esta es la primera página del diario de una tipo llamado “Sancho”.
Mi vida comenzó como resultado del amor de mis padres, hace ya 21 primaveras. Soy el séptimo de nueve hermanos. Mi vida hasta hoy ha sido una gran aventura. He crecido en las entrañas de un humilde hotel que mis padres regentan desde hace más de treinta años. El pueblo que me vio nacer es una de esas villas donde todos sus habitantes aman la tierra que pisan. Su nombre es “Javier”, que significa “castillo nuevo” o “casa nueva”. Apenas cuenta cincuenta habitantes, lo que lo hace sumamente acogedor y familiar. El corazón del pueblo es su castillo, lugar donde ha cinco siglos que nació un Santo varón: San Francisco Javier. Es por él por quien cada año miles de personas parten de sus casas caminando hasta Javier, haciéndole promesas y peticiones, en la peregrinación conocida como “la Javierada”.
Frente a este castillo es donde me ha tocado vivir, y como en una novela de caballeros y princesas, cada mañana puedo ver cómo el frío invierno navarro y su caluroso verano golpean los muros del desafiante baluarte que un día refugió a una familia noble y Santa.
Mi infancia la pasé en el Hotel. Recuerdo aquella época con muchísimo cariño. Mi pasa tiempos favorito era ir a corretear por los pasillos, las escarlatinas, las almenas… del castillo, en compañía de mi hermano Santi y mis amiguetes del pueblo. Escalábamos sus muros esquivando las flechas de los defensores. Por aquél entonces mi pasión era ser militar y albañil. Mi pasión por la albaliñería venía de los días enteros, con sus horas y sus minutos, que nos pasábamos construyendo cabañas. “Javier” es un gran bosque repleto de ellas. De aquí me vino la vocación de arquitecto, aunque el curso de mi vocación fue como un baile de salón, iba de aquí para allá.
Tenía doce años cuando mi padre terminó de levantar una gran casa de piedra con sus propias manos, ayudado por mis hermanos mayores y por un par de búlgaros amigos de la familia. Allí es donde he pasado la otra mitad de mi experiencia vital.
Sin darme cuenta, me iba convirtiendo en un “hombrecito”, empecé a tener obligaciones. A pequeños pasos me fui introduciendo en la vida hostelera que antes habían tenido mis hermanos. Gozaba de catorce años cuando serví de camarero por primera vez. Así es como comencé a forjar mi personalidad actual. Cada fin de semana ayudaba a mis padres en el oficio, mientras que mis amigos hacían planes no poco apetitosos. Mas no me arrepiento en absoluto, pues más tarde aprendí a querer mucho más a mis padres, a valorarlos y a no cuestionarlos en nada, por mucho que a veces yo creyera que tenía la razón o que algo se pudiera hacer de una manera mejor. Los respeto y los quiero, llegando al punto de que yo desearía ser, siquiera, la mitad de hombre de lo que lo es mi padre, o que mi futura mujer fuera tan buena, santa y cariñosa, como mi madre. Eso me enseñó el Hotel: que servir es más gratificante que ser servido, que una palabra amable, un gesto amistoso (como una sonrisa) puede cambiarle la vida a una persona. El amor no es un opuesto al sufrimiento. Es más, ambas ideas van de la mano en esta vida, señor lector. Cuando una persona querida sufre, le ayudas a superar la pesada carga que le atormenta sin dejarla dormir, y eso os une; pero cuando son las dos o más personas las que sufren, o bien compartiendo el dolor de una primera, o bien sufriendo los dos a un nivel paralelo, eso os hace inseparables.
¿Qué puedo decir? Colgué mi disfraz de mosquetero, para pasar a vestir un chaleco y una corbata. Muy poca gente entiende que, en mi tiempo libre, prefiera ir a ayudar a mi padre que a emborracharme a alguna esquina de la ciudad. Quizás sea esta la razón por la que finalmente me hice profesor.
Me gusta pasear con mi perro, me gusta estar, charlar, comer y beber con mis amigos, me gusta alejarme a un lugar oscuro para poder contemplar mejor las estrellas, me gusta pasar las horas con mi “preciosa novia”, me gusta sentirme querido, me gusta tener sueños casi imposibles e intentar alcanzarlos por muchos horizontes que tenga que saltar… Me gustaría casarme y tener muchos hijos, para que ellos también vivan la experiencia de crecer en una familia numerosa, como la que yo tuve; quisiera someterme a la mujer de mi vida para finalmente llevarla a ella y a mis hijos al cielo.
Tengo una vida única, colmada de alegrías y penas. Realmente mi vida son las personas con quienes la comparto, porque si la tuviera para mí solo… ¿quién sería? Un algo pensante que camina sin rumbo a tientas en la oscuridad del mundo. La gente que quiero es la que realmente me hace sentirme que “yo soy”, que existo, que sirvo para algo, le proporcionan un sentido a mi existencia.
Hoy reflexiono, y me emociono, porque nunca me había parado a pensar cosas que quizás sean más importantes de lo que parecen en la vida de una persona. No pocas veces me pregunto: ¿Qué se necesita saber realmente de una persona para llegar a conocerla? ¿Y para llegar a amarla? Vive. No pierdas el tiempo. Comparte tu estancia en este mundo. Ama.
Apreciado lector, tu vida, mi vida, continúa…
20/09/2012 Sancho Guindano Laborda
Ese Sancho, se nota que es profesor. ¡Qué vocabulario!
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